Capítulo LXXXIII: Navarra pierde su identidad a manos del imperialismo francés

Año de nuestro Señor de 1234

Quizás a Ustedes les haya resultado un tanto extraño que en el anterior capítulo no mentáramos a las famosas Cadenas por ningún lado; lo confesamos, nos pilló el toro de la Histeria, pero ahora arreglaremos el desaguisado: en Navas de Tolosa Navarra aporta 30.000 soldados, 30.000 recios pirenaicos que se hacían dos tablas de abdominales, siguiendo el ejemplo del Fuerte, todos los días. 30.000 navarros que contribuyeron a la épica victoria como el que más, particularmente su rey Sancho VII quien haciendo honor a su nombre, una vez rotas las líneas almohades se acerca a la tienda del Miramamolín (con este ridículo nombre se designaba al jefe de los integristas musulmanes), rodeada de cadenas, y rompe dichas cadenas a hachazos, preservándolas como trofeo de guerra.

Las cadenas se añadieron al escudo de Navarra, convirtiéndose en el símbolo de la región y de la valentía de su rey Sancho VII, quien, años después, en el retiro de su castillo, aún se estaba preguntando cómo era posible que habiendo aportado él 30.000 soldados para las Navas de Tolosa sus únicas ganancias visibles de la victoria fueran dichas cadenas, que no eran de oro ni nada; ni territorios, ni riquezas, ni prebendas sacó Sancho VII de su contribución a la victoria, engrosando el amplio memorial de agravios de las gentes del Norte contra estos aprovechados castellanos, que en la práctica, como veremos dentro de unos 30 capítulos, fueron los grandes beneficiarios del evento.

El Fuerte, como le había ocurrido ya a varios reyes españoles, no había tenido tiempo o ganas en sus 40 años de reinado a procrear, pues, como algunos amantes de los gimnasios, previsiblemente tenía otras cosas en las que interesarse. Así que en su testamento, siguiendo la bella tradición de amor – odio con la Corona de Aragón, ordena que se nombre Rey de Navarra al rey de Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca (y así no se me enfada nadie), Jaime I, inteligente medida que habría preservado, en la estructura de federalismo asimétrico de la Corona de Aragón, la autonomía de Navarra y habría permitido, además, compensar en alguna medida el desequilibrio de poder de la Península Ibérica que entonces comenzaba a ser palmario a favor de Castilla.

Era, como decimos, una decisión muy inteligente, y tal vez por ello los nobles navarros decidieron que preservaría mucho mejor la cultura y las tradiciones navarras un sobrino de Sancho VII, Conde de Champaña, que bien pronto pondría Navarra al servicio de la Corona francesa, de tal forma que Navarra no sólo perdió su independencia sino que se convirtió en una especie de “Département Sud – Ouest” francés en el que tenían su asiento las arribistas dinastías de Evreux y Foix. Lamentable final para un reino que tanto se había distinguido por su españolidad. Por suerte, trescientos años después Fernando el Católico la recupera, completando la indiscutible, inmarcesible y preservada por el Ejército unidad de España, pero mientras tanto Navarra sufriría la bota francesa en todo su hedor, lo que, por otro lado, al menos nos permite terminar aquí otra línea dinástica, con lo que en el siguiente capítulo volvemos de nuevo a Aragón: “Ramiro II el Monje de Aragón”.статистика ключевых слов в яндексепродвижение сайта статьями


Compartir:

Nadie ha dicho nada aún.

Comentarios cerrados para esta entrada.